La respiración pulmonar
La respiración pulmonar se realiza de la siguiente manera:
Durante la inspiración, el aire oxigenado entra por la nariz y llega hasta los pulmones. En el interior de los alveolos, el oxígeno del aire pasa a la sangre de los capilares. A su vez el dióxido de carbono de la sangre pasa al interior de los alveolos.
Durante la espiración, el aire cargado de dióxido de carbono es expulsado al exterior.
Los movimientos de inspiración y espiración se realizan gracias a varios músculos como el diafragma, los músculos intercostales y los músculos rectos abdominales.
El diafragma es un músculo grande situado debajo de los pulmones. Mediante el movimiento ascendente o descendente del diafragma, aumenta o disminuye el tamaño de la caja torácica. Los músculos intercostales intervienen tirando de las costillas. Los músculos rectos abdominales tiran de las costillas inferiores.
La capacidad pulmonar
La capacidad pulmonar total es el volumen máximo al que pueden dilatarse los pulmones con el mayor esfuerzo inspiratorio posible. Es aproximadamente de seis litros. El volumen de aire inspirado o espirado en una respiración normal es de 0,5 litros. Los pulmones nunca se quedan vacíos de aire, siempre queda en su interior alrededor de 1,2 litros de aire que no se puede expulsar, este aire que queda se llama aire residual.
Regulación de la respiración
El sistema nervioso ajusta el ritmo de la respiración según las necesidades del cuerpo. Este mecanismo funciona midiendo la concentración de oxígeno y de dióxido de carbono que hay en la sangre. Si debido al ejercicio intenso, la concentración de dióxido de carbono aumenta, el sistema nervioso manda órdenes para que aumente también el ritmo respiratorio. El número normal de inspiraciones por minuto es de doce. En caso necesario, esta cantidad puede aumentar en pocos segundos hasta cuarenta.
Intercambio gaseoso
La sangre bombeada por el corazón a los pulmones, después de circular a través de los tejidos del cuerpo, contiene una baja concentración de oxígeno y mucho dióxido de carbono. El oxígeno del medio ambiente presente en el alveolo pasa a la sangre, concretamente a la hemoglobina, que se halla en los glóbulos rojos. Lo inverso ocurre con el dióxido de carbono, que se difunde en la hemoglobina al alveolo.
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